Objetivo del experimento.
El experimento de la cárcel de Stanford, fue un estudio psicológico que se llevó a cabo en los años 70 en la Universidad de Stanford, Estados Unidos, por Philip Zimbardo, con el propósito de investigar el impacto que tienen los roles sociales en el comportamiento humano.
Antecedentes y contexto social
Antes de que Philip Zimbardo llevara a cabo su famoso experimento, ya existía un creciente interés en la psicología social por entender cómo el comportamiento humano puede verse afectado por el entorno, la autoridad y los roles sociales. Muchos psicólogos sociales comenzaban a preguntarse cómo personas aparentemente normales podían cometer actos terribles bajo ciertas condiciones (por ejemplo, durante el Holocausto).
Uno de los precedentes directos más importantes fue el experimento de obediencia a la autoridad de Stanley Milgram, en el que se demostró que personas comunes podían aplicar descargas eléctricas potencialmente mortales a otros si una figura de autoridad se lo indicaba.
Zimbardo se inspiró en los resultados de Milgram, pero quiso ir un paso más allá: no solo estudiar la obediencia puntual, sino cómo los roles sociales sostenidos podían transformar el comportamiento humano. Lo hizo apoyándose en dos roles muy definidos: el de “guardia” y “prisionero”, motivado por el creciente debate que estaba habiendo en aquel entonces, en EEUU sobre el sistema penitenciario, tras denuncias de abusos por parte de prisioneros en cárceles reales.
Diseño del experimento
El experimento se llevo a cabo en Agosto de 1971, en el sótano del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford donde se recreó una prisión simulada. Para ello se construyeron celdas, se asignaron uniformes y se colocaron reglas para replicar un entorno carcelario realista.
Se seleccionaron a 24 estudiantes universitarios varones tras un proceso de entrevistas y pruebas psicológicas donde establecieron que estaban mentalmente y fisicamente sanos. Se dividieron en dos grupos y a cada uno de ellos se les fue asignando de manera aleatoria el rol de guardia o prisionero.
A los prisioneros se les dio un número de identificación y uniformes simples y a los guardias, uniformes militares, porras y gafas de sol reflectantes para crear una apariencia de anonimato y autoridad. A estos últimos, se les instruyó para que siempre llamasen a los prisiones por su número de identificación en lugar del nombre, con el objetivo de negarles su identidad personal y deshumanizarles.
La misión encomendada a los guardias era la de asegurar la paz dentro de la improvisada prisión y, para ello, tenían vía libre de emplear cualquier medio que fuese necesario, menos la violencia física.
El experimento se diseñó para que tuviese una duración de 14 días, sin embargo, nunca llegó a cumplirse con el tiempo planificado.
Desarrollo del experimento
El entorno simulado provocó una rápida transformación de las conductas individuales, llegando a escaparse de control el experimento cuándo por un lado, los guardias comenzaron a aumentar el acoso y las conductas autoritarias incluso en ausencia de amenazas reales, y los prisioneros, adoptaron por el contrario una actitud de sometimiento acompañada de un quebrantamiento emocional.
Finalmente al sexto día y ante una escalada sin control de abusos, el propio Philip Zimbardo, decidió poner fin al experimento.
Implicación dentro del campo de la psicología. El efecto lucifer.
Este experimento llevó a la comprensión de cómo la dinámica del poder, el contexto y los roles sociales pueden influir en el comportamiento humano, llegando incluso a comportamientos extremos, a la pérdida de individualidad y del sentido de realidad.
Para explicar esta transformación que puede llegar a sufrir una persona, Philip Zimbardo propuso el concepto de Efecto Lucifer, el cual, desafía la idea de que solo las personas «malas» hacen cosas malas, entendiendo que existen procesos psicológicos asociados a esta transformación que pueden llevar a la persona a cruzar al linea que separa el bien del mal.
Estos procesos psicológicos serían los siguientes:
La conformidad del grupo: la necesidad de pertenencia a un grupo que es inherente a la naturaleza humana, puede llevar a la persona a aceptar comportarse de manera contraria a sus valores, solo con el objetivo se sentirse aceptado por el otro.
La obediencia a la autoridad: este fenómeno aparece sobre todo en contextos de jerarquía en los cuales las personas tienden a seguir órdenes de figuras de autoridad consideradas legítimas, incluso si esas órdenes van en contra de sus valores morales o su conciencia personal.
Desindividualización: se refiere a la pérdida de la identidad personal y del sentido de responsabilidad individual cuando una persona se encuentra inmersa en un grupo o situación donde predomina el anonimato o la presión social.
La disonancia de roles: las personas tendemos a adoptar diferentes roles a lo largo de nuestra vida y cada uno de ellos conlleva expectativas específicas de comportamiento que guían nuestras conductas. En ciertas ocasiones la persona puede llegar a experimentar un conflicto interno cuando los diferentes roles que desempeña exigen comportamientos, valores o actitudes contradictorias. Para resolver esta disonancia que genera en la persona un malestar significativo, esta tiende a actuar es base a uno de los dos, aunque este vaya en contra de sus valores ya que se se le hace difícil cumplir con las exigencias de ambos al mismo tiempo.
Hablar del experimento de la cárcel de Stanford, es hablar de uno de los estudios más conocidos dentro del campo de la psicología social. El impacto que ha tenido, ayudando a la psicología y a otras disciplinas sociales a comprender aspectos clave del comportamiento humano en contextos de poder, autoridad y roles sociales es innegable. Y es que, a pesar de las controversias desde el punto de vista ético y teórico, sus aportes han sido fundamentales para el análisis de la conducta en situaciones grupales, al mismo tiempo que ha provocado importantes cambios en la ética de la investigación psicológica.
