Como veíamos en el post anterior, los mecanismos de defensa se crean para protegernos de las experiencias negativas surgidas a raíz de ciertos acontecimientos, con lo que de entrada tienen una función adaptativa. Sin embargo, cuando la persona reitera ciertos comportamientos que tienen consecuencias negativas y no le ayudan a conseguir sus objetivos, estaríamos ante unas defensas que se han vuelto patológicas para el sujeto, pues no le permiten adoptar otros roles que le puedan ayudar a enfrentar la situación.
¿Qué podemos hacer para hacer frente a nuestras defensas?
Es posible reconocer, analizar y comprender estas defensas, aunque probablemente no advirtamos su presencia en el mismo momento en que se ponen en funcionamiento, pues como ya vimos anteriormente, se trata de procesos inconscientes.
Identificarlas nos permitirá elaborar, desde un plano consciente y reflexivo, otras estrategias de afrontamiento para poner en práctica en las situaciones críticas donde solían aparecer los patrones defensivos. Así, se podrá brindar una respuesta de afrontamiento que permita restablecer el equilibrio emocional.
Está demostrado que los factores inconscientes, que se han construido durante nuestra historia, afectan a nuestra manera de relacionarnos y a los patrones que cada persona establece para vincularse con otras. Estos modelos van cambiando según pasa el tiempo y según vamos acumulando experiencias vitales, pero a veces se mantienen rígidos y no somos capaces por nosotros mismos de modificar esos patrones incapacitantes, por lo que es preciso contactar con un profesional.
La terapia psicológica es el espacio donde poder trabajar todos estos aspectos. De la mano del terapeuta y en un contexto seguro, seremos capaces de ir conociendo todos los detalles de nosotros mismos que no nos ayudan a adaptarnos a la realidad de la vida, y podremos ir construyendo nuevos recursos que nos permitan alcanzar las metas que nos proponemos, generando cambios duraderos en nuestra manera de estar en el mundo que nos hagan sentirnos mejor.
