¿Por qué no se llega a empatizar con las víctimas?

 

Como otros medios ya han mencionado, la sentencia de ‘La Manada’ refleja una falta importante de consideración de múltiples factores a la hora de atender a una víctima de un delito violento. La actuación que lleva a cabo el sistema judicial es, en algunas ocasiones, una explícita invitación para la victimización secundaria. Hay muchos otros ejemplos: el caso de la comandante Cantera es solo uno de ellos.

La victimización secundaria resulta de la relación que tiene la víctima de un delito violento con el sistema jurídico-penal. Son todas las consecuencias negativas personales que soporta la persona que denuncia un delito violento (Muñoz, 2013).

La victimización secundaria puede generarse a través de las relaciones que las víctimas deben mantener con los diferentes profesionales del sistema judicial, sobre todo en el caso de agresiones sexuales. Frecuentemente estas víctimas son mujeres y la mayoría de los profesionales con los que tienen que relacionarse en este trámite son hombres. Habitualmente, la actuación de estos profesionales suele estar más enfocada a realizar con prurito las gestiones más burocráticas, conocer con exactitud lo que ha ocurrido para arrojar luz sobre los hechos, analizar la credibilidad del relato de la víctima, comprobar si hay o no lesiones físicas que sean compatibles con una agresión, etc. (Echeburúa, De Corral y Amor, 2002). Según Albertín (2006), mencionado en Muñoz (2013), otros factores que pueden repercutir en el desarrollo de la victimización secundaria son: ausencia de información esclarecedora sobre el procedimiento judicial, falta de protección e intimidad, el hecho de que la víctima desconozca los diferentes roles de los profesionales durante el proceso y la lentitud de todo el proceso judicial, entre otros. Por otro lado, no podemos olvidar que la víctima, si denuncia, tiene que relatar una y otra vez el suceso ante personas que verificarán la concordancia de los datos y, sobre todo en el caso de la vista oral, su credibilidad. En ocasiones, las preguntas no están formuladas con la delicadeza necesaria (Echeburúa, De Corral y Amor, 2002) y se manifiestan apreciaciones morales respecto a su actuación.

Es necesario, para reducir la victimización secundaria, visibilizar este problema estructural para promover una mayor sensibilización por parte de las figuras principales del proceso (figuras sanitarias, policiales, judiciales, etc.). Asimismo, tendría que ser ineludible un conocimiento mínimo de las características especiales de los casos a tratar. Ya existen muchas  recomendaciones similares en otros ámbitos, como la guía para la mala praxis periodística en la redacción de casos de violencia de género.

 

[María Ramos Agrela]

 

 

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