¿Qué es el duelo?
Por duelo se entiende toda sensación de pérdida significativa sin posibilidad de recuperación: fallecimientos, pérdida de la salud, pérdida de trabajo, pérdida de pareja, etc. Así, puede decirse que desde que nacemos hasta que fallecemos, estamos constantemente viviendo situaciones de duelo.
La palabra duelo procede del latín y significa dolor, por tanto, es un proceso que supone dolor, lo cual debemos tener en cuenta.
Gestionar un proceso de duelo es como atravesar un túnel, tenemos que caminar por él para poder salir de él. De modo que la única posibilidad para superar el duelo es transitándolo. No obstante, la salida siempre nos dejará en un lugar distinto al de entrada. Esto quiere decir que nuestra vida no va a ser igual ahora que antes de la pérdida de esa persona.
¿Cómo sé que he superado el duelo?
El objetivo de la persona que ha experimentado una pérdida (de un ser querido, por ejemplo) no es olvidarla ni resignarse a dicha situación, sino ser capaz de integrar dicha pérdida en su sistema de creencias y poder recordar al ser querido con una tristeza sostenible, reconociendo los cambios que han acontecido en su vida.
Aceptar en duelo, se entiendo por todas aquellas acciones en las que nos recomponemos y nos reorganizamos para seguir adelante, de modo que nos permite avanzar, aprender y evolucionar.
No hay que olvidar que duelo y cambio son sinónimos.
¿Cuáles son las fases del duelo?
El proceso de duelo consta de una serie de fases que no tienen por qué darse de forma ordenada y lineal.
Aunque suelen variar en función de los estudios de diversos autores, todos coinciden en que iría desde la negación hasta la aceptación, teniendo en cuenta que cada una de las fases tiene su utilidad y nos sirven para avanzar en el proceso de superación de la pérdida.
Es importante mencionar que cada persona elabora el proceso de duelo como puede y no como quiere, y que todas las formas son legítimas.
¿Cómo se trabaja el duelo en psicoterapia?
El proceso de elaboración de duelo, implica que debemos realizar una serie de tareas de manera activa para poder superarlo. Según se vaya elaborando, disminuirán las reacciones emocionalmente intensas y se irán superando la negación de la pérdida y el sufrimiento que genera.
Aceptar la realidad de la pérdida
El terapeuta ayudará y acompañará a la persona que ha perdido a su ser querido, a trabajar la reconstrucción de los momentos previos y posteriores al fallecimiento y a potenciar el recuerdo como base para aceptar la pérdida.
Dar expresión a los sentimientos
Es necesario reconocer y conectar el dolor, emocional, comportamental e incluso físico. Nuestra misión será facilitar esta tarea: identificando, expresando y normalizando las sensaciones vividas y sentidas por la persona que ha perdido a su ser querido; tratar de evitar la idealización del difunto; trabajar la vinculación con la persona que ya no está y ayudar a que encuentre “bastones” (otras personas o acciones) donde se sienta legitimada para vivenciar las emociones desagradables.
Adaptarse a la realidad de la pérdida
Para que el paciente se adapte al ambiente en el que su ser querido no está, el terapeuta le ayudará a reaprender su relación con el mundo. Para ello, se revisarán todas las situaciones que se hacía con la persona fallecida; se generarán alternativas positivas de crecimiento; se identificarán las fortalezas personales que puede desarrollar y se recolocarán espacios para que se adapte a su nueva vida.
Recolocar emocionalmente la pérdida y continuar viviendo
Esta tarea consiste en poder encontrar un lugar adecuado para el fallecido en la vida emocional del paciente. Es decir, un lugar que le permita continuar viviendo de manera eficaz en el mundo. En consulta, se trabajarán los asuntos pendientes que tiene con esa persona para poder reiniciar su vida, se plantearán nuevos objetivos, se dará un nuevo significado a la ausencia manteniendo el vínculo con dicha persona, pero también se ayudará a que el paciente continúe formando otros nuevos vínculos.
Con todo, es importante saber, que, el proceso terapéutico permite reparación. Esto es, para elaborar o gestionar adecuadamente un proceso de duelo, el ser humano necesita de otro para que se reconstruya.