Seguro que en más de una ocasión has escuchado la expresión “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, y sin embargo, has acabado cayendo en la tentación de postergar alguna tarea del día para más adelante. Esta conducta, que se puede convertir en un mal hábito, recibe el nombre de procrastinación. Aplazamos una tarea que, por diferentes motivos, nos genera emociones desagradables y la sustituimos por otra aparentemente más agradable, o directamente nos autoengañamos prometiéndonos que más tarde nos pondremos con ella.

Los seres humanos estamos programados para evitar aquello que nos genera malestar y aproximarnos a lo que consideramos una fuente de bienestar. Aparentemente, la conducta de procrastinar cumpliría con esta premisa, pero la realidad es más compleja. Pues, aunque a corto plazo podemos sentir alivio por no tener que enfrentar el malestar inicial de tener que realizar una tarea que consideramos desagradable, a largo plazo esta estrategia nos puede generar más estrés del que en primer lugar nos generaba dicha tarea.  ¿Por qué?

  • Si no es algo que podamos simplemente eliminar, llegará el momento en el que no nos quede más remedio que afrontar la tarea, con el hándicap de que contaremos con menos tiempo para abordarla y, por tanto, el consiguiente aumento de la ansiedad y el estrés.
  • Menos tiempo y más estrés implica más dificultades en el rendimiento y, probablemente, peores resultados.
  • Podemos entrar en bucles del pensamiento en los que se entremezclan nuestra voz crítica con sentimientos de culpa y pérdida de control, martilleándonos con sentencias como “soy un desastre”, “siempre igual”, “no aprendo”, incrementando aún más nuestro nivel de malestar.
  • Consecuentemente, nuestro autoconcepto y nuestra autoestima pueden verse perjudicados. Nos percibiremos como menos capaces, disciplinados o responsables, confundiendo nuestra conducta de procrastinar con nuestra forma de ser. Por ejemplo, asumiremos “soy un/a vago/a” como una cualidad estanca, y no nos plantearemos la posibilidad de cambio.
  • Todo esto hará más probable además que en el futuro volvamos a procrastinar y se repita el ciclo, priorizando el alivio inmediato al malestar que podemos sentir después.

¿Cómo podemos evitar entonces caer en esta trampa? Hay varias estrategias que nos pueden resultar de utilidad cuando tenemos que afrontar una tarea que se nos hace cuesta arriba.

 

Planifica

En ocasiones, lo que nos lleva a procrastinar es que percibimos las demandas de la tarea como superiores a nuestros recursos. En ese caso, nos puede resultar de gran utilidad el dividirla en pequeños pasos intermedios. De esta manera nos resultará más abordable y nos sea más fácil focalizar la atención en cada uno de ellos. Podemos llevar a cabo una planificación de estas mini-tareas en forma de éxito seguro, esto es, plantearnos pequeños objetivos realistas que estemos seguros de que podemos cubrir. Así mismo, no iniciar una nueva tarea sin haber terminado la mini-tarea anterior que habíamos planteado.

 

Prioriza

A veces sentimos que tenemos tanto por hacer que no sabemos por dónde empezar. Saber cómo priorizar nuestras tareas puede ser de ayuda. Trata de priorizar en primer lugar la tarea más urgente. Por ejemplo, aquella que tiene una fecha límite que está más cercana a vencer o que tendría peores consecuencias de no ser abordada con inmediatez. Además, si entre nuestras tareas hay alguna que nos resulta especialmente incómoda o desagradable, puede sernos útil colocarla la primera en nuestra lista de prioridades. Aunque inicialmente nos desagrade la idea, cuando hayamos terminado vendrán sensaciones de alivio y satisfacción por haber cumplido con ella.

 

Prémiate

La procrastinación se mantiene porque se considera que las gratificaciones de aplazar la tarea son mayores que la de realizarla en dicho momento. Por eso, nos puede ayudar premiarnos tras la realización de cada mini-tarea. Así, el avance se percibirá como más gratificante que la evitación y procrastinar no nos resultará tan atractivo. Por ejemplo, podemos comer algo que nos guste, como una onza de chocolate o un caramelo, tachar la tarea finalizada de una lista de tareas pendientes, o darnos unos minutos de descanso haciendo una actividad que nos motive. Nuestro cerebro asociará estos pequeños actos con la satisfacción de una tarea ya hecha.

 

Cuida tu espacio

A veces, cuando abordamos la tarea que tenemos que hacer, nos cuesta concentrarnos y acabamos distrayéndonos con elementos externos. Por eso, cuando vayas a realizar alguna de tus tareas pendientes, trata de eliminar de tu entorno los posibles distractores y ladrones de tiempo. Por ejemplo, dejar el móvil alejado de nuestro alcance, mantener el espacio de trabajo despejado y tener a mano únicamente aquellos objetos que nos hagan falta. Si recibimos muchas demandas por parte de otras personas, podemos pedirles, en la medida de lo posible, que durante el periodo de tiempo que necesitemos, no nos interrumpan a no ser que se trate de algo grave. De esta forma nos será más fácil focalizarnos en lo que estemos haciendo.

 

Pide ayuda

Si consideras que el grado de interferencia de la procrastinación en tu día a día es demasiado alto y estas estrategias te resultan insuficientes, lo recomendable es que busques ayuda externa para trabajar en mayor profundidad los elementos que pueden estar manteniendo esta conducta de evitación de las responsabilidades. En AlpsYquie podemos ayudarte.

 

[Katia Huecas Pérez]

WhatsApp chat
Call Now Button