¿Cuántas veces hemos escuchado o recibido a lo largo de nuestra vida, sobre todo en nuestra infancia, mensajes como “tienes que ser fuerte, no te hundas”, “en la vida hay que esforzarse”, “pórtate bien y no molestes”, “no pierdas el tiempo” o “tiene que quedar perfecto”? Seguro que en la mayoría de las ocasiones estas frases venían de personas cercanas que nos las dijeron con su mejor intención, tratando incluso de animarnos y motivarnos. Pero, ¿realmente cumplían con este objetivo?

Taibi Kahler, psicólogo clínico estadounidense, observó que muchas de las personas a quienes acompañaba en terapia tenían en común varias creencias aprendidas socialmente relacionadas con estos mensajes y que, pese a ser aparentemente positivas, les generaban bastantes limitaciones y sufrimiento. Con la palabra “impulsores”, recogió aquellos mandatos interiorizados que dirigen nuestra conducta hacia metas imposibles de conseguir, empujándonos a un círculo vicioso de culpa y frustración. Kahler identificó cinco impulsores: “sé perfecto”, “sé complaciente”, “sé fuerte”, “date prisa” y “esfuérzate”.

Todas las personas, en mayor o menor medida, hemos interiorizado estos mensajes a través de nuestra historia de aprendizaje, con lo que su influencia en nuestro día a día aparece de forma automática. La trampa es que son imposibles de obedecer, pues se trata de mandatos tan rígidos e idealizados que son inalcanzables. Además, nos impiden actuar con flexibilidad ante las aristas que puede tener la situación a la que nos estamos enfrentando.

Además, cada impulsor esconde una prohibición, un mandato implícito que nos impedirá desarrollarnos de forma saludable. La forma de escapar de estas normas tan rígidas es, primero, generar conciencia de cuál o cuáles de estos impulsores tienen influencia en nuestra vida, y seguidamente, cambiar estas prohibiciones por permisos. Vamos a ver cada uno de ellos en mayor profundidad.

Sé perfecto

Si nos dejamos guiar por este impulsor, dedicaremos mucho tiempo y energía a buscar la perfección. Puede ser habitual que no nos sintamos satisfechos con la situación presente, porque siempre habrá algo o alguien mejor. Según con la rigidez con la que obedezcamos este impulsor, podemos ir de ser personas perfeccionistas a ser incluso personas intolerantes e intransigentes.

Este impulsor nos prohíbe disfrutar de la vida en sus diferentes planos y nos impide querernos tal y como somos, con nuestras virtudes e imperfecciones. En contraposición, podemos darnos el permiso de aprender de nuestros errores. Todas las personas nos equivocamos, seamos más pacientes con nosotros mismos y tomémonos la vida como un continuo aprendizaje.

Sé complaciente

El impulsor de complacer nos empuja a ocultar nuestras propias necesidades para enfocarnos en las de las otras personas. Si nos guiamos por él, tenderemos a anteponer las necesidades de los demás a las nuestras y a realizar cosas para otros en vez de llevar a cabo las acciones que nos permiten dirigirnos a nuestros propios objetivos. Podemos caer en cargarnos de trabajo por querer decir “sí” a todo el mundo, sin dar prioridad a nuestro tiempo y nuestras necesidades.

Cuando la complacencia dirige nuestra conducta, la prohibición latente es no ser nosotros mismos. Démonos el permiso de manifestar nuestra individualidad. Permitámonos expresar honestamente lo que queremos y quienes somos. Al fin y al cabo, tenemos derecho a no gustar a los demás, igual que a nosotros no tiene por qué gustarnos todo el mundo.

Sé fuerte

Si seguimos la influencia de este impulsor, tendremos grandes dificultades para mostrar nuestra vulnerabilidad y tenderemos a ponernos una máscara de dureza tanto con los demás como con nosotros mismos. Consideraríamos pedir ayuda como un síntoma de debilidad. Suele ser el caso de personas autosuficientes que se cargan con más trabajo del que pueden y a quienes les cuesta delegar.

El mandato de ser fuertes, que tanto se nos repite en los momentos delicados de la vida, nos prohíbe algo tan básico y necesario como es sentir, conectar con nuestras emociones y poder expresarlas. También nos disuade de acercarnos a los demás, pues se podría considerar como un signo de debilidad. Date el permiso de aceptar tus sentimientos. Aprende a identificar tus emociones y a expresarlas adecuadamente. Mostrar nuestras vulnerabilidades puede dar miedo, pero es lo que nos permite conectar con los demás de manera genuina.

Date prisa

Este impulsor nos empuja a llenar nuestra agenda por completo y dejar poco o nada de espacio al descanso o la incertidumbre. Querremos aprovechar al máximo el tiempo y no parar ni un momento. A la larga, podemos sentirnos cansados de forma habitual sin identificar claramente el por qué.

Cuando este impulsor tiene una alta influencia en nosotros, la prohibición en la que caemos es en la de no permitirnos descansar ni realizar actividades que no se consideren como productivas. En este caso, nuestro permiso sería priorizar. Quizá necesitemos hacer un ajuste de expectativas y comprometernos con nuestras ambiciones por su calidad en lugar de por su cantidad. Anteponer aquellas que realmente conecten con nosotros, con nuestros valores y nos acerquen a vivir el día a día con mayor autoconsciencia.

Esfuérzate

Este impulsor nos lleva a adoptar una postura de permanente esfuerzo, como si lo que no costara esfuerzo no fuera valioso o mereciese la pena. Podemos caer en hacer muchas cosas por el mero hecho de hacer, sin priorizar, sin criterio, sin vinculación al objetivo y en muchos casos sin pensar en el sentido que tiene hacerlas. Cuando actuamos desde este impulsor podemos no planificar las actividades, poner objetivos poco claros y querer hacer muchas cosas que luego no podemos cumplir. Consideramos que el mérito está en intentarlo y esforzarse, aunque el resultado sea mediocre.

Estar constantemente esforzándonos por algo indefinido va asociado al mandato implícito de no lograr, pues esto pondría fin al esfuerzo, y con ello, fallar al impulsor. En lugar de estar constantemente esforzándonos, démonos el permiso de tener éxito. Busquemos cambiar las ensoñaciones por pequeñas metas que puedan ser alcanzables. Comprometámonos con ellas y dirijamos hacia ahí nuestra energía, pudiendo acabar lo que empezamos.

 

Y tú, ¿te has sentido identificado con alguno de los impulsores? Si es así, ¿qué vas a hacer a partir de ahora para cambiar su prohibición por un permiso?

 

[Katia Huecas Pérez]

 

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