Todas las personas hemos experimentado en algún momento esa emoción que conocemos con el nombre de ansiedad. En nuestra vida diaria es frecuente que aparezcan algunas situaciones que nos produzcan esa sensación, pero existe en muchos grados y con distintas manifestaciones.
Algunos episodios de ansiedad vienen acompañados de síntomas tales como sensación de mareo, visión borrosa, musculatura rígida y con sensación de hormigueo, dificultad para respirar, ahogo… Cuando estos síntomas extremos aparecen, a veces la gente no comprende el por qué de estas sensaciones tan desagradables, y una de las consecuencias de esa incomprensión, es que la ansiedad se puede incrementar hasta niveles de pánico, ya que la gente se asusta mucho y se pone en lo peor.
¿Cómo funciona la ansiedad?
La ansiedad aparece ante la percepción de un peligro o amenaza. Es denominada “respuesta de lucha-huida” porque sus efectos están dirigidos a combatir un peligro o a escapar de él, por lo que el propósito de la ansiedad es proteger al organismo. Es un mecanismo necesario, ya que en la historia evolutiva de cualquier especie, este mecanismo de protección ha permitido la supervivencia. Por ejemplo, en el caso de los animales a la hora de escapar de cualquier predador, y en el de las personas, que nos preparemos para huir o para afrontar cualquier peligro que pudiera aparecer.
El objetivo principal de la respuesta lucha-huida es alertar al organismo de la posible existencia de peligro, por lo que se produce un cambio inmediato en el foco de atención para explorar alrededor buscando una posible amenaza. De esta forma, a veces resulta muy difícil concentrarse en una tarea cuando uno se encuentra ansioso
Es por ello que todos los síntomas que produce la ansiedad, por mucho que no entendamos su procedencia o nos asustemos cuando aparecen, preparan al organismo para la acción inmediata. Cuando no encontramos una respuesta racional que justifique todas esas sensaciones que aparecen, el cerebro inventa una explicación tal como “me estoy muriendo, estoy perdiendo el control, o me estoy volviendo loco”.
El temor que producen esas interpretaciones negativas respecto a lo que me está ocurriendo va a acentuar toda la sintomatología, por lo que es aquí cuando se genera el círculo vicioso que, junto con todas esas sensaciones físicas que ya hemos descrito, dará lugar a un ataque de pánico.
¿Qué puedo hacer para prevenir una crisis de ansiedad?
Una vez que conocemos cual es el funcionamiento normal de la ansiedad nos va a resultar más fácil evitar una crisis de angustia. Al conocer todos los síntomas asociados a este estado, la interpretación negativa que les demos será mucho menor, por lo que si conseguimos no asustarnos, pararemos el ciclo de la ansiedad de forma mucho más rápida sin necesidad de llegar a sufrir el ataque de pánico.
Algunas estrategias que nos pueden ayudar:
Controlar la respiración de forma acompasada y abdominal para evitar hiperventilar y que los síntomas se agudicen. Si logro controlar los niveles de oxígeno que introduzco en mi cuerpo, sin sobrepasar los que realmente necesito, reduciré los síntomas físicos y podré llegar a un estado de calma. A veces, respirar dentro de una bolsa puede ayudarnos a controlar el ritmo de la respiración.
Alejarnos del estresor, intentando mantener cierta distancia de la fuente de ansiedad o preocupación también nos ayudará a sentirnos mejor. La atención es un mecanismo muy potente, por lo que si apartamos nuestro foco de atención de los síntomas que se producen o del evento que los genera, intentando concentrarnos en otros estímulos más neutrales o relajantes, también reduciremos la sensación de angustia.
Si la ansiedad no te permite seguir con tu vida, no dudes en ponerte en contacto para buscar ayuda.