¿Qué son y de qué nos protegen?
Como ya es sabido, ante una situación peligrosa la respuesta natural que se da en el mundo animal es la de huida o ataque. Los seres humanos en ocasiones utilizamos estas respuestas, pero al diferenciarnos de los animales por nuestra capacidad de raciocinio y por el pensamiento lógico, la mayoría de las veces intentaremos poner en práctica “estrategias de afrontamiento” que nos permitirán hacer frente a esas situaciones difíciles, regulando las emociones que producen y proporcionándonos una posible solución.
Sin embargo, no todos los acontecimientos van a producir en nosotros una respuesta consciente que sea la más adecuada. En ocasiones, las emociones negativas derivadas de una situación estresante o que percibimos de un modo peligroso resultan imposibles de asimilar por nuestra consciencia. Esto puede ocurrir por la intensidad emocional que se produce, derivada de la amenaza real que la situación representa o porque, de algún modo, dicho acontecimiento evoca en nosotros recuerdos o emociones que ya tuvieron una consecuencia negativa en nuestra historia. Cuando esto ocurre, se producen otro tipo de respuestas que se generan de forma inconsciente y pueden ofrecer en un primer momento cierta confianza para enfrentar la situación.
Los mecanismos de defensa son, según la teoría psicoanalítica, los procesos mentales inconscientes cuyo objetivo es minimizar las consecuencias emocionales negativas que produce una situación determinada, permitiéndonos afrontar la realidad adaptándola a aquello que sí podemos asumir, preservando nuestra autoimagen.
Las personas solemos usar diferentes defensas a lo largo de la vida. Estas se van construyendo desde que somos niños, y van desarrollándose a medida que nos vamos enfrentando a experiencias negativas. Su función es la protección del equilibrio emocional, permitiendo el desarrollo de la personalidad a través de procesos de socialización. Es por eso que los mecanismos de defensa, en general, ayudan al sujeto a adaptarse a la realidad en la que vive, pero podrían convertirse en patológicos cuando de forma reiterada llevan a conductas inadaptadas que tienen consecuencias negativas en nuestras vidas.
¿Cuáles son los mecanismos de defensa más comunes que aparecen en las personas?
La teoría psicoanalítica determina que los mecanismos de defensa básicos son:
Negación
Es el fenómeno por el que, de manera inconsciente, se ignora o se obvia una situación que es demasiado intensa o desagradable, y se continúa actuando como si esta no hubiese ocurrido. Un ejemplo frecuente puede ser cuando muere un ser querido y en el proceso de duelo, en un primer momento la persona se niega a aceptar esta pérdida buscando alguna excusa que justifique su ausencia.
Regresión
Es el retorno a un nivel mental anterior, cuando las circunstancias anteriores eran menos exigentes para la persona. Suele ocurrir cuando estamos frente a fuertes presiones emocionales y entonces nuestros comportamientos o actitudes se vuelven más infantiles o primitivas. Uno de los ejemplos más comunes es cuando a un niño le dan la noticia de que va a tener un hermano, y entonces vuelven aparecer comportamientos regresivos como mojar la cama o chuparse el dedo.
Formación reactiva
Consiste en la transformación de un impulso negativo por su contrario, que es positivo. No solamente se reprime lo intolerable, sino que se muestra un comportamiento opuesto para evitar que salgan a la luz los verdaderos deseos. Por ejemplo, cuando una persona no nos gusta, a veces en lugar de mostrar comportamientos hostiles hacia ella, tendemos a mostrarnos muy amables.
Racionalización
Cuando se produce un deseo que la persona no puede aceptar, surgen argumentos con los que se busca de forma lógica justificar que eso debe ser así. Ejemplo de ello es cuando uno no se quiere enfrentar a una situación por miedo, y trata de evitarla buscando excusas que justifican que no es necesario abordarla.
Proyección
En este caso, una característica negativa que rechazamos de nosotros mismos es trasladada a otro sujeto o situación, de modo que se externaliza el conflicto en la relación social. Esta reacción puede aparecer por ejemplo en discusiones, cuando se hacen acusaciones o se le reprochan a los demás cuestiones que en verdad nos pertenecen.
Disociación
Nuestra parte inconsciente trata de olvidar el afecto de un trauma para poder soportar los hechos, pues de otro modo, su recuerdo nos ocasionaría una experiencia emocional dolorosa. Aparece separado aquello que, en realidad, está unido. Por ejemplo, al relatar un episodio traumático con total normalidad, sin que aparentemente surja una carga afectiva.
Represión
Se trata de ocultar impulsos indeseables o emociones negativas para que no afloren a la parte consciente. Aparece ante recuerdos tormentosos o cuando se quieren evitar deseos peligrosos.
Sublimación
Aunque no es un mecanismo de defensa como tal, podríamos incluirlo en este listado, pues se trata de otra forma de enfrentar la realidad que surge en las personas. Consiste en transformar un impulso que socialmente puede no estar bien aceptado, en otro que sí lo esté o cuya expresión tiene una consecuencia social menos negativa que la del primero. Se transforma el deseo frustrado en un nuevo fin más adaptado socialmente.
[Almudena Pingarrón Salazar]