La culpa es una emoción necesaria para convivir en sociedad. La aprendemos a partir de nuestros cuidadores en los primeros años de vida y sirve para que podamos regularnos con los progenitores, y después con el mundo social. Como toda emoción, cumple una función. Cuando está regulada, nos permite corregir nuestros errores y relacionarnos mejor con el entorno, analizando nuestras conductas para identificar lo que hemos hecho bien o mal y poder reparar el error.

Sin embargo, si hemos vivido en entornos muy estrictos, castigadores o culpabilizantes, desarrollaremos la tendencia a sentirnos culpables en la mayoría de las ocasiones, incluso cuando no se trate de consecuencias derivadas de nuestras acciones. En estos casos, se formarán rumiaciones generalizadas y obsesiones, fomentando el desarrollo de una personalidad autoexigente y perfeccionista con mucho miedo a equivocarse. La persona también puede desarrollar una hiperempatía o mucha reactividad al entorno y a las emociones de los demás, siendo más sensible a pequeños gestos, emociones y acciones sutiles, que producen un gran malestar en la persona que lo sufre.

La función principal de la culpa es la de aprendizaje emocional, necesario para codificar lo que es “bueno” o “malo”. Algunos de los tipos de culpa que nos encontramos en terapia:

–  La culpa entendida desde la responsabilidad, no es agradable en sí y puede generar emociones muy negativas, pero si la transitamos y nos enfocamos en hacernos cargo de la situación aprendiendo de ella para corregir nuestros errores, con consciencia y mirando hacia el presente y futuro, es útil y buena para nuestro crecimiento. Las emociones y sentimientos que predominan cuando sentimos este tipo de culpa son: la compasión, el apoyo y la responsabilidad con la situación, las personas y el entorno.

– En los casos en que la culpa es excesiva, esta deja de ser útil y pasa a ser condenatoria y castigadora. Es entonces cuando el foco se colocaría en nuestro pasado de manera permanente, tratando de buscar a través de un continuo análisis las soluciones que hubiésemos podido ejecutar para reparar la situación. Cuando existe un exceso de culpa, esta se puede llegar a convertir en una obsesión y las personas podemos ser muy autoexigentes para así evitar cometer errores y sentirnos culpables. Si la culpa es mantenida en el tiempo, es fácil que este tipo de situaciones puedan conducirnos a la depresión o irritabilidad hacia el entorno o uno mismo. Las emociones asociadas a la culpa excesiva son: la rabia, la frustracción, la vergüenza, la evitación y el miedo.

– Sin embargo, en los casos de culpa traumática, resulta paradójico, pero en la mayoría de las ocasiones las víctimas de un evento traumático tienen más sentimientos de culpa que los propios agresores. Al haber vivido un suceso traumático, es característico que aparezcan sentimientos de culpa asociados al evento, a pesar de ser víctimas de él. Nuestro cerebro tiende a buscar una explicación de lo ocurrido y tiene la sensación de que podría haber hecho algo para evitarlo, para sentir que lo que pasó se podía reparar, como forma de autoprotección, pero estas creencias puede llegar a generar mucho sufrimiento. También, dependiendo del tipo de trauma, aparecen distorsiones cognitivas relacionadas con este tipo de culpa: “debería haberlo evitado”, “yo lo permití” “tendría que haberme ido antes”, “soy el/la responsable de lo que pasó”, entre otras. De esta forma existe un exceso de responsabilidad personal, sin tener en cuenta la responsabilidad del otro u otra, y generando así una situación desequilibrada e injusta para la persona que lo sufre.

 

¿Cómo trabajamos la culpa por trauma en terapia?

Cuando trabajamos la culpa por trauma en terapia, es imprescindible abordar las emociones asociada sque van surgiendo. Se trabaja la reestructuración cognitiva de los pensamientos que generan culpa, así como el desarrollo de la autocompasión y la desculpabilización a través de técnicas como mindfulness, cartas terapéuticas o E.M.D.R, entre otras.

También, es  importante trabajar los rasgos de personalidad que pueden desarrollarse a partir de la culpa, como son: la autoexigencia, el perfeccionismo, el autocastigo, la autocrítica negativa, y la autoestima baja u otras que puedan aparecer.

Si crees que estás en una situación similar y que no consigues sentirte mejor, contáctanos y te acompañaremos en tu proceso terapéutico para que cada vez consigas ganar más herramientas que te ayudarán a sentirte en equilibrio y mejorar tu salud mental.

 

[Cristina Rodríguez Pérez]

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