La emoción de ira o rabia es natural sentirla en determinados momentos debido a situaciones que la propician: sensación de estar perdidos, horarios apretados, incumplimiento de normas cívicas,  reproches, inseguridad o falta de experiencia… Todo ello favorece la aparición de malestar, que en función del estado anímico previo, va a originar reacciones más o menos desproporcionadas con duración breve o prolongada en el tiempo: enfado, frustración, ansiedad, indignación, insultos, gritos y/o peleas.

La rabia es una emoción que nos afecta emocional, cognitiva y fisiológicamente.

  • A nivel emocional, cuando la ira se convierte en el motor para expresar opiniones y deseos, puede propiciar que aparezca la culpa posteriormente,  y eso refuerza la idea de no ser capaz de defender las propias necesidades. Por tanto, el empleo de la ira como solución y expresión de malestar no produce cambios reales, solo sirve como medio  para la liberación.
  • Además, se trata de un proceso que enfrenta todo aquello que nos pasa como vía de solución. A nivel cognitivo, el proceso ocurre cuando la amígdala ubicada en el lóbulo temporal, bloquea la corteza prefrontal y esta queda invadida, imposibilitando la reflexión para buscar nuevas alternativas y dar respuestas adaptativas.
  • Este patrón es reactivo y perturbador, y ante la aparición del malestar que nos produce un hecho, la reacción principal va a ser intentar restablecer esto, pero cuando no hay solución o no la encontramos, la situación empeorará. A veces el enfado produce un conflicto interno y/o externo, y esto lleva a una situación insostenible en el tiempo, que no es eficaz y que genera gran activación fisiológica.

Cuando sentimos enfado, es indicativo de que alguna situación que se está produciendo nos molesta y nos gustaría hacer algo para cambiarlo. Por ejemplo, si estamos en la cola de un supermercado y hay alguien que se cuela sin pedir permiso, puede aparecer el sentimiento de injusticia y rabia, y actuaremos con la intención de poner solución para así reducir nuestro malestar: bien afrontando y defendiendo nuestros derechos en algunos casos y en otros, evitando el conflicto por una dificultad previa para comunicar y defender nuestras necesidades, produciéndose todavía más frustración.

¿Cuándo es adaptativo y saludable? ¿Y cuándo no lo es?

Es útil, cuando la emoción nos sirve para movilizarnos, buscar recursos, defendernos y/o afrontar retos, pero cuando se instaura en el tiempo y el estado es permanente, puede hacernos enfermar, por ello, es muy importante aprender a gestionar la tensión emocional.

Muchas veces la raíz del problema viene de emplear la ira como fuente de motivación o como medio para expresar y defender nuestras opiniones y necesidades; nos sirve para expresar nuestro malestar en un primer momento, pero posteriormente, aparece la culpa por la situación dada de tensión y otras formas inadecuadas que nos conducen a un conflicto permanente.

 

Causas que provocan la aparición de ira

Tendemos a interpretar los hechos en función de experiencias, maneras de procesar y catalogar la realidad de forma subjetiva, lo que refleja en muchas ocasiones; dolor, frustraciones y miedos personales. Por ello, es importante aumentar la consciencia y conocer las diferentes formas que tenemos de protegernos: enfadarmos, huir o bloquearmos.

Los rasgos de personalidad característicos de las personas cuyo principal medio de interlocución es la ira, suelen corresponder con personas inflexibles (que se centran en imponer su visión de las cosas), con creencias y sentimientos rígidos de cómo deben de ser o cómo deben de hacerse las cosas, presuponiendo que sólo hay una manera correcta, nivel de exigencia elevado consigo mismos/as  y/o con la gente que le rodea, con plena convicción y sentido de justicia común exacerbado que sólo lleva a alimentar más la emoción de la ira.

 

Consecuencias e impacto en la calidad de vida

  • Ataques de ira asociados a depresión
  • Crisis de ansiedad y tristeza
  • Hipertensión arterial (infarto, ictus..)
  • Somatizaciones (presión arterial alta, dermatitis, alopecia, problemas gástricos y migrañas..)

 

Estrategias para mantener la calma y gestionar la ira

  • Autoinstrucciones tranquilizadoras, enfocándonos en lo que sí podemos hacer.
  • Ser capaces de expresar necesidades: reconocer los derechos y necesidades, y expresarlos favorece que los demás conozcan nuestros límites y sean más capaces de respetarlos.
  • Negociar las necesidades y derechos.
  • En cuanto a las olas de pensamientos automáticos, observarlos para reflexionar e identificar con claridad la causa, ya que el mundo mental genera de por sí mucha distorsión.
  • Cambiar el foco de análisis y ajuste en las interpretaciones de los acontecimientos que pudieran provocar la aparición de afectividad negativa y reacciones desajustadas de la realidad.
  • Evitar hacernos insistentemente las mismas preguntas. Porque lo único que lograremos es desgastarnos y no resolver la duda planteada.
  • Ajustar expectativas sobre la realidad, para conseguir disminuir la rigidez ante los acontecimientos.
  • Potenciar empatía, reducir presión de horarios y exigencias, además de favorecer que no aparezca estrés.
  • Trabajar hacia un afrontamiento activo, sin posponer el conflicto.

Cabe también, reflexionar para lograr cambios, hacerse estas preguntas: ¿tengo capacidad de identificar mis deseos y/ necesidades? ¿son diferentes al resto?, ¿necesito la aprobación constante de los demás y que entiendan mis razones por encima de todo? A veces, la preocupación excesiva por la aceptación de los otros nos desvía del camino del afrontamiento para la resolución del conflicto. Por ello, si te sientes identificado/a en algún punto que se describe en este artículo y crees que puede estar afectándote significativamente en tu calidad de vida, no dudes en ponerte en contacto con nosotras para trabajarlo a través de Terapia Psicológica.

 

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[Cristina Rodríguez Pérez]

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