Es bastante frecuente que en nuestro día a día aparezcan artículos en los que, a través de determinados tips, podamos saber si “somos más racionales o más emocionales”. Incluso, en diversas ocasiones nos vemos debatiendo con gente cercana sobre desde qué lugares actuamos y qué es lo mejor a la hora de tomar decisiones.

Ya desde la Antigua Grecia, autores como Platón planteaban la diferencia entre cuerpo y alma como dos realidades antagónicas que se encontraban en la especie humana, pero ¿está todo tan separado?

 

Actuar desde la razón o desde la emoción

Culturalmente tenemos muy interiorizado que actuar desde la razón es más válido que actuar desde la emoción. El campo de la razón se asocia con tomar buenas decisiones desde una reflexión e incluso como algo más “objetivo”. Por otro lado, las emociones tienen la fama de movernos desde lo subjetivo, por lo que parece que sus argumentos son más vulnerables de ser criticados.

 

¿Cómo sabemos si es una cosa u otra?

Existen diferentes mecanismos de defensa o estrategias psicológicas que intentan ayudarnos a evitar el sufrimiento, aunque hay ocasiones que producen todo lo contrario. Estos mecanismos nos pueden confundir y llegar a interpretar que nos está moviendo la emoción o la razón, cuando no es ninguna de las dos. En esta ocasión destacamos:

  • Acting: como expresa la palabra, nos lleva a actuar desde una impulsividad sin saber muy bien cuál era el objetivo, que nos hacía sentir o qué esperábamos que pasase.
  • Racionalización: construimos una narrativa que justifiquen el porqué de nuestras acciones con el fin de tranquilizarnos, pero no necesariamente conseguimos distinguir realmente los motivos que nos llevaron a tomar esa decisión.

 

La importancia de entenderlo como un «todo»

Por tanto, es prácticamente imposible saber cuánto peso han tenido las emociones o los argumentos racionales en una situación concreta, ya que los unos se construyen a través de los otros y viceversa.

Cuando comprendemos de qué manera queremos ver el mundo y a qué queremos darle importancia, el malestar, la alegría o la ilusión nos ayudarán a distinguir por qué camino queremos continuar. Además, a través de la reflexión, podremos argumentar el porqué de nuestra postura.

Es un trabajo necesario conocernos a nosotros y a nosotras mismas y poder poner en palabras las sensaciones y emociones que recorren nuestro cuerpo. Solo así, podremos reflexionar sobre las diferentes motivaciones que guían nuestros actos y tener claros los valores que están detrás de ellos. No lo olvides, elegir cómo posicionarnos en nuestra vida pasa por darle palabra a lo que vamos experimentando.

 

 

[Carmen Santamaría Justo]

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