¿Cómo evolucionan psicológicamente los niños y niñas de familias monoparentales?

El decrecimiento de las tasas de matrimonios y de natalidad, así como el aumento de las tasas de divorcio, han provocado que disminuya notablemente el concepto de familia tradicional. En la actualidad, las características familiares han cambiado, pero el concepto que tenemos de “familia” no se ha modificado. Seguimos manteniendo la creencia de que se trata de un sistema completo con unas características rígidas, y vivimos con el perjuicio de no considerar suficientes a las familias monoparentales, o inclusive, no considerarlas familias. Es cierto que sí pueden surgir problemas si no se sabe gestionar de forma adecuada esta situación: una excesiva fusión materno-filial o paterno-filial; la no diferenciación intergeneracional ni de autoridad, al delegar funciones parentales a los niños y niñas que no les corresponde por edad, eliminándose de esta forma los subsistemas y jerarquías.

Algunos estudios señalan que en las familias monoparentales secundarias, resultantes de un proceso de separación y/o divorcio, ocurre que:

Hay que tener en cuenta todo esto, puesto que, si no se lleva a cabo una adecuada y responsable separación de los cónyuges, los hijos de padres separados, corren el doble de riesgo de padecer problemas emocionales, conductuales, de salud física y fracaso escolar, en comparación a los pertenecientes al modelo clásico de familia.

La mayoría de los hijos de padres separados y/o divorciados están expuestos a presentar:

¿Alguna vez has pensado que las familias monoparentales no son suficientes para un buen desarrollo? ¿Te sientes culpable al creer que no puedes darle todo lo que necesita tu hijo/a para ser feliz?

A través de la terapia psicológica se puede lograr el fortalecimiento en el rol parental, consiguiendo así que la parentalidad se ejerza satisfactoriamente, con afrontamiento activo, sin la creencia  negativa de sí mismo/a (incapacidad y bajo autoestima), alcanzando así la plena autonomía y mejor funcionamiento en el ejercicio de la responsabilidad parental; siguiendo el cometido de no “parentalizar” a los menores que todavía no pueden asumir la responsabilidad de hacer frente a demandas que no son acordes a su madurez, según su ciclo vital. A través de un proceso terapéutico, se puede también construir una buena planificación dentro del marco de una separación y/o divorcio, y se logrará responder adecuadamente a las demandas emocionales que puedan surgir en la recolocación de la nueva situación familiar.

Para cualquier duda o consulta, no dudéis en contactar con nosotras.

 

[Cristina Rodríguez Pérez]

 

 

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