Como mencionamos anteriormente en otro artículo, el estilo de apego se traduce en la confianza que una persona tiene en sí misma (sensación de ser competente y digno de ser amado) y en los demás (la sensación de que las personas que lo rodean van a ser capaces de entender lo que le ocurre y que lo sabrán atender). A esto lo denominamos el sentido subjetivo de seguridad. En función de la manera en que creamos que somos competentes y dignos de ser amados, y además confiemos en que los que nos rodean serán capaces de atendernos, nos vincularemos con esos otros de una forma u otra. Es decir, tendremos mayor o menor facilidad para confiar en los demás y así entrar en intimidad con ellos, y mayor o menor facilidad para regular nuestras emociones.
Es entonces cuando describíamos tres estilos de apego: el seguro, el ansioso o ambivalente, y el evitativo.
¿Cómo se vincula cada estilo de apego?
Habiendo visto lo anterior, podemos identificar dos dimensiones: regulación emocional y búsqueda de intimidad. Veamos cómo se distribuiría cada uno de los estilos de apego en estas dimensiones.
Apego ansioso-ambivalente
Las personas con un estilo ansioso-ambivalente se cuestionan si son dignos de ser amados por los demás, y no confían en su capacidad para regular sus propias emociones. Debido a la historia de inconsistencia de sus figuras de apego primarias, las personas que desarrollan un estilo ambivalente en la adultez necesitan validación constante, y el recordatorio por parte de sus parejas de que el vínculo es estable, de que son amadas y dignas de ser amadas; de que el otro no se va a marchar ni los va a dañar.
Cuando esta confirmación o validación no existe (porque la pareja no está disponible en ese momento), se produce la hiperactivación del sistema de apego que nombramos en el artículo anterior. Así, la persona con un estilo ansioso, ante el miedo que siente por la ausencia de su pareja y la posibilidad de que esté siendo abandonada o rechazada, pone en marcha todos sus recursos para aliviar las dudas y el malestar: preguntando, llamando y buscando que la pareja alivie y regule sus emociones de miedo. Esto se traduciría en personas con una baja capacidad de regulación emocional y con una alta búsqueda de la intimidad.
Apego evitativo
Por el contrario, las personas con un estilo evitativo, al haber aprendido que sus figuras de apego no iban a estar disponibles, no confían en que los demás vayan a estar para cuidarlos. Esto conduce a que como adultos rechacen la intimidad emocional con los demás, y prefieran sentir una independencia total, ya que solo confían en sí mismos. A pesar de que se construyen como aparentemente autónomos, esta independencia es una forma de protegerse del daño de volver a ser rechazados o abandonados. Esto les lleva no solo a la distancia emocional, sino a una dificultad muy grande para reconocer y regular emociones, ya que han aprendido a desconectar de su dolor y de las emociones que produzcan malestar.
En pareja, por tanto, tenderán a sentir dificultades para entender tanto lo que sienten, como lo que sienten o necesiten sus parejas, pudiendo distanciarse del otro y de su propio malestar para poder protegerse del dolor. Además, les puede resultar incómodo propiciar situaciones de intimidad y conectar con la vulnerabilidad con el otro, ya que no confían en que éste vaya a saber regular o gestionar aquello que muestren, prefiriendo mantenerse alejados de ese tipo de situaciones.
Apego seguro
Por último, aquellas personas que tengan un estilo de apego seguro, confiarán en su capacidad para regular y entender sus propias emociones, en la persona que tienen al lado, y se sentirán cómodas compartiendo en intimidad y mostrando su vulnerabilidad. Podrán establecer relaciones de pareja de interdependencia, pudiendo compartir en intimidad pero también respetando el espacio y la distancia de cada uno; pudiendo expresar cómo se siente, pero haciéndose cargo de sus emociones, sin volcarlas en el otro.
Finalmente, nuestro estilo de apego viene dado por la manera en que hemos aprendido a relacionarnos y a protegernos del dolor que producen el rechazo y el abandono; es la mejor forma en que supimos adaptarnos a ello, y lo que nos guía en el presente a la hora de establecer vínculos con otros.
Si sientes que necesitas explorar en tu estilo de apego, para poder transformar la manera en la que construyes tus relaciones, la terapia psicológica puede acompañarte en ese proceso de auto descubrimiento.